ÉTICA Y DIALÉCTICA: SÓCRATES, PLATÓN Y ARISTÓTELES
ÉTICA Y DIALÉCTICA: SÓCRATES, PLATÓN Y ARISTÓTELES
En
el actual panorama ético, la tradición socratico-platonicaaristotélica suele
ser designada, en contraste con las tradiciones éticas surgidas en la
modernidad, como eudaimónica frente a la kantiana ética del deber; como ética
de la virtud respecto de la ética de la norma; como ética del sujeto o de la
primera persona frente a la ética del juez o la tercera persona; ética de la
phrónesis y no del nomos… Teniendo en cuenta estas advertencias, intentaré
caracterizarla en estas páginas como ética del diálogo, dialógica o dialéctica
ARISTÓTELES.

La
ética no puede ser concebida ni confundida con el saber supremo, no debe dar
razón del bien ontológico, sino del bien humano que se presenta en la vida y se
actúa en el obrar; debe dilucidar el ti
esti del bien del hombre, aquello que es bueno no sólo para mí, sino en
absoluto, haplos, para todos los
hombres; aquel bien capaz de hacer la vida en esta tierra propia y adecuada
para el hombre.
La
racionalidad de Aristóteles radica en el descubrimiento de la pluralidad de los
sentidos del ser, el “ti esti” del bien es el “ti esti” del fin del obrar, de
todos modos, Aristóteles da prueba manifiesta de que no le resulta ajeno el
problema del bien ontológico y su eventual relación con el bien práctico.
«El bien se predica en la misma
extensión de significado que el ser (…) es evidente que no podría ser un algo
común, universal y uno; en efecto no se predicaría en todas las categorías,
sino en una sola».
SÓCRATES

Sócrates
no es ético porque rechace ocuparse de la realidad natural, física, haciendo de
la ética un saber autónomo, Sócrates es ético en la medida en que dialoga y
dialoga en la medida en que es metafísico, es decir, porque intuye un
fundamento radical y objetivo que permite responder a la cuestión sobre el bien.
La
identidad de Sócrates como ético procede de su modo de hacer y entender la
ética, que coincide con su modo de oponerse al modo sofista de entender el
saber de las cosas humanas. Por eso Sócrates ha sido considerado desde el
inicio un ético, mientras los sofistas no. Ambos preguntan por el bien, la
justicia, la felicidad y la virtud, pero responden de modo diametralmente
opuesto.
Una
respuesta a tales cuestiones, que la única respuesta válida es la que cada uno
da desde su propia subjetividad y es capaz de defender con la técnica.
Sócrates, al contrario, sabe no tener respuesta, pero piensa que es posible
hallarla a través del diálogo; es más, está convencido de que, aunque él no la
sepa, existe una respuesta a las cuestiones éticas. La justicia, las virtudes,
el bien, la felicidad, son realidades objetivas que encierran una racionalidad
propia que el hombre puede lograr reconocer con la fuerza del lógos, dià-lógos.
El
diálogo, la dialéctica, la refutación es posible porque las cosas son de un
determinado modo y no de otro, porque la realidad es regida por el principio de
no-contradicción y el hombre, precisamente a través del diálogo consigo mismo y
con los demás, puede desvelarla.
Lo
paradójico de Sócrates es que buscando la “episteme” del bien, manifiesta la
radical dimensión práctica de su conocimiento. Su determinabilidad última se
hace posible sólo en la vida, en la conducta. Incapaz de reconducirlo a una
definición, su vida y su muerte se muestran a los ojos de sus discípulos como
la determinación verdadera de la justicia y del justo. Y el diálogo se
convierte desde entonces en la vía de acceso al bien.
El
conocimiento del bien sería una cuestión estrictamente personal, pero imposibilitado
de cualquier justificación racional intrínseca al mismo bien. Su justificación
habría que buscarla en otro ámbito.
PLATÓN
El hecho de que muchos de los diálogos
platónicos comiencen con alguna interrogación acerca de la virtud en general, o
de determinadas virtudes en particular, muestra claramente, sin embargo, que el
interés por el análisis del comportamiento humano no es algo accidental en
Platón.
Platón
nos hablara de la Justicia y la ética, si la justicia en la ciudad reside en
que cada clase social haga lo que debe hacer, la justicia en el hombre residirá
también en que cada parte del alma haga lo que debe. Ello implica que la vida
buena para el hombre es una vida en la que se atiendan las necesidades
"materiales" y "espirituales".
El
conocimiento y la satisfacción de las necesidades intelectuales deben ir
acompañados de salud, moderación en el disfrute de los bienes materiales, etc.,
lo que pone de manifiesto hasta qué punto la idea de que Platón rechaza de un
modo absoluto lo corporal es injustificada.
El
verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la práctica
de la virtud, Platón acepta fundamentalmente la identificación socrática entre
virtud y conocimiento. La falta de virtud no supone una perversión de la
naturaleza humana; por su propia naturaleza el hombre busca el bien para sí,
pero si desconoce el bien puede tomar como bueno, erróneamente, cualquier cosa
y, en consecuencia, actuar incorrectamente; la falta de virtud es equivalente,
pues, a la ignorancia.
Sólo
quien conoce la Idea de Bien puede actuar correctamente, tanto en lo público
como en lo privado, nos dice Platón en la República, al terminar la exposición
y análisis del mito de la caverna. Cuando alguien elige una actuación que es
manifiestamente mala lo hace, según Platón, creyendo que el tipo de conducta
elegida es buena, ya que nadie opta por el mal a sabiendas y adrede. En este
sentido la virtud cardinal sería la prudencia, la capacidad de reconocer lo que
es verdaderamente bueno para el hombre y los medios de que dispone para
alcanzarlo. La dependencia con respecto al intelectualismo socrático es clara
en la reflexión ética de Platón.
José
Isaías Yate Oyola
III
de Filosofía
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